La sección que aborda de manera crítica, analítica pero esperanzadoramente la situación histórica, social y teológica de nuestra Iglesia Católica y su relación con otras Iglesias

miércoles, 19 de mayo de 2010

¿QuÉ nOs QuEdÁ aNtE La CriSis ActUaL?


“Donde falta la esperanza falta también la acción.”
DECLARACIÓN «CONTRA LA RESIGNACIÓN»
(TUBINGA, 1972)

Hans Küng es originario de Sursee, Suiza, donde nace en 1928, posteriormente realiza estudios de filosofía y teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, la Sorbona y en el Instituto Católico de París, donde obtiene el título de Doctor en teología. El Papa Juan XXIII le llama, en 1962, como consejero teológico del Concilio Vaticano II. Desde 1963 es profesor de teología dogmática y ecuménica, y, desde 1980, actúa como profesor de teología ecuménica y director del Instituto de Investigación Ecuménica de la Universidad de Tubinga. Entres sus obras más conocidas se encuentran Ser cristiano, ¿Existe Dios? y Proyecto de una ética mundial. Es reconocido, también, por sus posturas críticas que, en consonancia con los documentos del Vaticano II, han animado incansablemente a llevar a cabo una profunda reforma de la Iglesia trazando el paradigma de lo que bien podría ser la Iglesia abierta del futuro: el lugar de los laicos, la comunión ecuménica, la ordenación de la mujer, el celibato de los ministros, la libertad de los pensamientos y acción…

A propósito de la urgente reforma en la Iglesia, se desarrolla a continuación una recensión de la obra:
KÜNG, Hans., Mantener la esperanza. 
Escritos para la reforma de la Iglesia,
Trotta, Madrid, 1993.

Según el mismo Küng, la razón de ser de este libro consiste en insistir: en momentos en que tanto la sociedad como la misma Iglesia se encuentran tan convulsionadas “es la hora de mantener la esperanza, la esperanza de que puede y debe seguir adelante la reforma de la Iglesia en su cabeza y en sus miembros” (p. 13). Para lograr tal fin, la reflexión de Küng se desarrolla en cuatro momentos: I. Permanecer en la Iglesia; II. Superar polarizaciones; III. Resolver los problemas; IV. Apostar por el futuro. A manera de Epílogo, se exponen las razones personales por las que Küng está resuelto a mantener la esperanza y finalmente, como Documentación, son presentadas algunas Declaraciones de teólogos en las que Küng ha tomado parte activa.

El primer momento de la reflexión aborda la cuestión sobre si vale la pena o no permanecer en la Iglesia, en la Iglesia Católica; Küng sostiene: “permanezco en la  Iglesia porque me ha convencido la causa de Jesucristo y porque la comunidad creyente, a pesar de todas las infidelidades, sigue siendo representante de la causa de Jesús y lo va a seguir siendo en el futuro” (p. 21) y exhorta: “la Iglesia está llamada a ser la vanguardia de una humanidad mejor” (p. 36).

En el segundo momento se van esbozando las fracciones, partidos y polarizaciones que se viven al interior de la Iglesia y se reconocen como legitimadas y originadas por los diferentes contextos socioculturales en que se predica y vive el evangelio de Jesucristo, pero se recuerda también que Jesucristo mismo es el criterio definitivo para mantener la unidad y la pluralidad en la Iglesia, por lo que conviene más propugnar un pluralismo intereclesial para conducir al pluralismo intraeclesial.

El tercer momento reflexivo plantea cómo resolver los problemas intraeclesiales que Küng juzga más urgentes: 1. El poder de decisión de los laicos; 2. La libertad en la elección del Obispo; 3. La dignidad y lugar jurídico y social de la mujer en la Iglesia; 4. El futuro de la pastoral; 5. El culto; 6. La ecuménica Comunidad de Mesa. En todos estos puntos son necesarios cambios de sensibilidad, de modo que, en lugar de exclusividad y aislamiento se genere apertura y solidaridad, en vez de paternalismo, fraternidad de hermanas y hermanos, a cambio de autocracia y despotismo se viva en diakonia y filantropía, en lugar de servidumbre haya libertad y el poder egocéntrico deje espacio al ser para los otros, todas estas, actitudes propias del mismo Jesús. Con respecto al futuro de la pastoral, Küng propone reconocer la viabilidad de la ordenación presbiteral de la mujer y la eliminación del celibato “obligatorio” para los ministros ordenados, si bien reconoce que estas disposiciones no resolverían los problemas en sus fundamentos, pero al menos ofrecerían a la comunidad de creyentes más ministros bien dispuestos a trabajar por el proyecto del Reino de Dios. En torno a estos temas es posible leer el intercambio de ideas que Küng sostiene con el Obispo Georg Moser y que parece haber quedado inconclusa por evidentes divergencias “ideológicas”. En referencia al culto, se afirma: “un culto cristiano bien celebrado es siempre el recuerdo de Jesucristo en la Palabra y la comida, de esta manera puede aportar algo más de ánimo, de gozo y de libertad” (p. 143) y yendo más lejos aún se plantea la posibilidad, e incluso necesidad, de trabajar por una Ecuménica Comunidad de Mesa, puesto que aún cuando no tenemos todos los cristianos la misma comprensión de la Cena, la misma comprensión de la fe, ciertamente, no todos la misma teología, pero, ¿no tenemos acaso la misma fe?

Con el cuarto momento se esboza la apuesta que hay que hacer por el futuro de la Iglesia. Haciendo remembranza de la gran personalidad de Juan XXIII y las ilusiones que en 1963 se iban configurando en torno al Papa, y al presidente norteamericano John F. Kennedy, por el “aggiornamiento” de la Iglesia y por una sociedad más pacífica, justa y humana… Küng describe, también, como luego de la muerte de tales íconos de la esperanza, se vivieron una serie de desengaños por los fracasos que llegaron con una nueva carrera armamentista y cuando el Vaticano II no consiguió concretar la reforma integral de la Iglesia. Se retoma la pregunta, entonces, ¿por qué seguir adelante? Ante todo, porque para el seguidor de Jesucristo tanto en la Iglesia como en la sociedad puede haber esperanza contra toda esperanza. Lo que nos lleva a cuestionar más bien, ¿cómo seguir adelante? “La fe otorga la fuerza para seguir adelante, para mantener la esperanza”, pero “una confianza en fe y en esperanza no nos vuelve pasivos, inactivos; al contrario: nos vuelve activos, responsables, comprometidos en la Iglesia y en la sociedad” (p. 168). Es por ello que Küng ofrece cuatro perspectivas para lograr una visión de una Iglesia de futuro: I. Ser una Iglesia referida a los orígenes y al presente; II. Trabajar por una Iglesia Participativa e igualitaria; III. Constituirse en una comunidad ecuménicamente abierta y IV. Ser verdaderamente una Iglesia con talante universal. Dichas perspectivas deben llevar a comprender que “donde hay Espíritu de Jesús, allí la Iglesia tiene futuro” (p. 181).

En el Epílogo, Küng reconoce que espera contra toda esperanza, a pesar de todo, insiste, no pierdo la esperanza, sino que espero la unidad de las Iglesias, la paz de las religiones, la comunidad de las naciones.

Desde 1993 a la fecha, la sociedad y la Iglesia han venido sufriendo más y más crisis, fracasos y desengaños, y somos muchos los que nos preguntamos ¿QUÉ NOS QUEDA ANTE LA REALIDAD ACTUAL? ¿Rendirnos? ¿Abandonar? ¿Lamentarnos? O bien, Mantener la esperanza contra toda esperanza, ya que Donde falta la esperanza falta también la acción, pero donde hay un compromiso cristiano por ser alternativa de vida, ahí vaya que hay motivos para tener esperanza.

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