La sección que aborda de manera crítica, analítica pero esperanzadoramente la situación histórica, social y teológica de nuestra Iglesia Católica y su relación con otras Iglesias

viernes, 11 de febrero de 2011

El Circo de la Vida...


Eaeaea Actores del Reino:

Aquí les publico el guión con que pudimos ganar algunos de los Estudiantes Vicentinos el PRIMER FULGENCIO de la Historia de la CM

EL CIRCO DE LA VIDA
Por Erick Fernando

Y ahora con ustedes, el Circo de la Vida, donde todos somos actores queriendo ser simples espectadores…

PRIMER ACTO... Una dulce y simpática pareja que camina tranquilamente por la calle después de salir del trabajo. Hasta que unas misteriosas personas irrumpen en sus vidas.

Y así, sin más ni más, LA VIOLENCIA protagoniza otra escena en el Circo de la Vida, donde todos somos actores queriendo ser simples espectadores… Y la víctima, ¡pobrecita! Es como la tercera vez que le pasa algo como esto. ¿LLEGARÁ A ACOSTUMBRARSE?

SEGUNDO ACTO… Aquella misma mujer, planea descargar la responsabilidad de su problema en el ricachon…do de su patrón, que para seducirla le ha prometido lo que ni en sueños piensa cumplir.

Y así, sin más ni más, LA INJUSTICIA protagoniza otra escena en el Circo de la Vida, donde todos somos actores queriendo ser simples espectadores… Y la víctima, ¡pobrecita! Es como el cuarto trabajo que pierde por dejarse manipular. ¿LLEGARÁ A CANSARSE?

TERCER ACTO… La Injusticia y la Violencia por fin derriba a la mujer que, ante todas estas cosas se pregunta: ¿A QUIÉN LE TOCA ESTOS PROBLEMAS RESOLVER? Y es que en el Circo de la Vida todos somos actores queriendo ser simples espectadores.

NARRADOR EN ESCENA… Hola, mujer, ¿qué te pasa? ¿Por qué estás llorando? ¿Hay algo en que te pueda ayudar? Piensa que otros te acompañan pero es tu responsabilidad actuar.

Algunas cosas con las autoridades competentes hay que resolver. Otras cosas la Iglesia y agrupaciones religiosas te pueden motivar. En otros asuntos asociaciones civiles, derechos humanos y hasta ONG’s nos pueden respaldar. Así que vamos, DEJEMOS DE SER ESPECTADORES Y VAYAMOS A ACTUAR…


Sin embrago, lo mejor de este corto fueron las actuaciones estelares de cada uno de los integrantes, especialmente de Isidro Escalera que se gano el FULGENCIO al MEJOR ACTOR

Un Abrazo fraternal,
 Erick Fernando c.m.

martes, 14 de septiembre de 2010

PaSióN pOr eL ReiNo dE DiOs!!

“La finalidad de la evangelización es por consiguiente este cambio interior y, si hubiera que resumirlo en una palabra, lo mejor sería decir que la Iglesia evangeliza cuando, por la sola fuerza divina del Mensaje que proclama , trata de convertir al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en la que ellos están comprometidos, su vida y ambiente concretos.”
(Evangelii Nuntiandi 18)

La vida de Jesús se encuentra orientada por dos grandes acontecimientos: el «reino de Dios» y el «Padre». Acontecimientos que están intrínsecamente relacionados y cohesionados entre sí. La presente síntesis pretende un acercamiento a lo que quiere ser y decir eso de «reino de Dios».

Tanto Marcos, como Mateo y Lucas, muestran a Jesús con la conciencia de que, el inicio, el desarrollo y el desenlace de su vida y obra depende de anunciar el «reino de Dios» (Mc 1, 14; Mt 4, 17; Lc 4, 43). Así, el «reino de Dios» se convierte en el tópico central de la predicación de Jesús. Tanto en parábolas, como en discursos apocalípticos, exhortaciones, exigencias éticas e incluso en la oración habla de ese acontecimiento. Y he venido diciendo «acontecimiento» porque Jesús enfatiza que Dios es fundamentalmente relacional, de modo que jamás se ha presentado como un «Dios-en-sí», sino siempre como un «Dios-de», un «Dios-para», o bien un «Dios-en». Está experiencia relacional de Dios, Jesús la ha aprendido del acontecimiento del Éxodo, de las tradiciones proféticas, de las tradiciones apocalípticas y de las tradiciones sapienciales.

Con todo, hay que reconocer que si bien Jesús se dedicó a predicar con palabras, acciones y actitudes el «reino de Dios», no hay lugar en los evangelios en que nos diga con claridad lo que eso signifique. Tan sólo nos insiste en que ya está cerca, en su novedad, en su exigencia y en su escándalo.

John Sobrino ofrece tres vías para acercarse a lo que podría haber pensado Jesús con respecto al «reino de Dios»:

  • Vía nocional: que consiste en averiguar la noción del reino que tuvo Jesús, cotejándola con las nociones previas en Israel. Y que por cierto, es la más usada por los teólogos.

  • Vía del destinatario. Si en el anuncio de Jesús aparece una correlación entre el reino y los destinatarios, entonces, a partir de éstos, algo se podrá saber de aquél.

  • Vía de la práctica de Jesús. Palabras y hechos de Jesús, bajo el presupuesto de que lo que hizo Jesús estaba al servicio del reino.
Así, mientras que el Reino de Dios es vida, el sistema religioso que se enfrentó a Jesús es muerte. Para la religión oficial, el encuentro con Dios se conseguía a base de sufrir (eso, ni más ni menos, era el ayuno, por ejemplo), mientras que para Jesús el encuentro con Dios se realiza en el gozo y el disfrute de la vida. Más aún, los representantes de aquella religión no soportaron que el bien y la vida de los seres humanos fueran presentados por Jesús como lo primero, lo principal, lo irrenunciable en cualquier caso, por encima incluso de la religión misma, con sus leyes y sus observancias, incluso las más santas y venerables.

El Reino de Dios se hace presente dando vida, dignificando la vida; pero eso, sorprendentemente, desemboca en el conflicto más hondo. El conflicto con quienes anteponen sus intereses (por más religiosos que sean) a la integridad y a la dignidad de las personas. La solidaridad con el marginado, si es que se toma en serio y con todas sus consecuencias, termina en marginación. Ese es el testimonio de Marcos con respecto a Jesús.

El reino de Dios es algo que tiene que soportar el enfrentamiento y la contradicción. Todos los que disfrutan y se ven privilegiados, en la sociedad presente, es evidente que no quieren otra sociedad. Pocas personas se comprometen de verdad con el reino de Dios porque supone enfrentamiento y contradicción, ordinariamente con los que gozan de una situación privilegiada en la sociedad, pero originariamente con las más profundas convicciones e intereses de uno mismo.

El reinado de Dios se hará realidad en la medida en que haya hombres y mujeres que cambien radicalmente su propia mentalidad, su escala de valores, su apreciación concreta y práctica por el dinero, el poder y el prestigio. Aun cuando el reino de Dios es principalmente utopía, es decir algo a anhelar, a bosquejar y a comenzar a ensayar, la condición de posibilidad de su realización radica en que lo humano y lo que deviene de ello es “poder ser”, ahora falta que cada cual “quiera ser” y corresponsablemente con Dios se “atreva a ser”.

Ahora, cuando se intenta vincular a Jesús y a la Iglesia a favor del reino de Dios nos encontramos ante algo decisivo, pero también delicado y a veces conflictivo. No todos los cristianos tenemos la misma visión de la realidad eclesial; nuestra perspectiva y talante, nuestro modo de percibir y vivir su misterio es, con frecuencia, no solo diferente, sino contrapuesto. Amo a la Iglesia tal como es, con sus virtudes y su pecado, pero ahora, cada vez más, la amo porque amo el proyecto de Jesús para el mundo: el reino de Dios. Por eso quiero verla cada vez más convertida a Jesús. No veo una forma más auténtica de amar a la Iglesia que trabajar por su conversión al evangelio.


Erick Fernando

miércoles, 19 de mayo de 2010

¿QuÉ nOs QuEdÁ aNtE La CriSis ActUaL?


“Donde falta la esperanza falta también la acción.”
DECLARACIÓN «CONTRA LA RESIGNACIÓN»
(TUBINGA, 1972)

Hans Küng es originario de Sursee, Suiza, donde nace en 1928, posteriormente realiza estudios de filosofía y teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, la Sorbona y en el Instituto Católico de París, donde obtiene el título de Doctor en teología. El Papa Juan XXIII le llama, en 1962, como consejero teológico del Concilio Vaticano II. Desde 1963 es profesor de teología dogmática y ecuménica, y, desde 1980, actúa como profesor de teología ecuménica y director del Instituto de Investigación Ecuménica de la Universidad de Tubinga. Entres sus obras más conocidas se encuentran Ser cristiano, ¿Existe Dios? y Proyecto de una ética mundial. Es reconocido, también, por sus posturas críticas que, en consonancia con los documentos del Vaticano II, han animado incansablemente a llevar a cabo una profunda reforma de la Iglesia trazando el paradigma de lo que bien podría ser la Iglesia abierta del futuro: el lugar de los laicos, la comunión ecuménica, la ordenación de la mujer, el celibato de los ministros, la libertad de los pensamientos y acción…

A propósito de la urgente reforma en la Iglesia, se desarrolla a continuación una recensión de la obra:
KÜNG, Hans., Mantener la esperanza. 
Escritos para la reforma de la Iglesia,
Trotta, Madrid, 1993.

Según el mismo Küng, la razón de ser de este libro consiste en insistir: en momentos en que tanto la sociedad como la misma Iglesia se encuentran tan convulsionadas “es la hora de mantener la esperanza, la esperanza de que puede y debe seguir adelante la reforma de la Iglesia en su cabeza y en sus miembros” (p. 13). Para lograr tal fin, la reflexión de Küng se desarrolla en cuatro momentos: I. Permanecer en la Iglesia; II. Superar polarizaciones; III. Resolver los problemas; IV. Apostar por el futuro. A manera de Epílogo, se exponen las razones personales por las que Küng está resuelto a mantener la esperanza y finalmente, como Documentación, son presentadas algunas Declaraciones de teólogos en las que Küng ha tomado parte activa.

El primer momento de la reflexión aborda la cuestión sobre si vale la pena o no permanecer en la Iglesia, en la Iglesia Católica; Küng sostiene: “permanezco en la  Iglesia porque me ha convencido la causa de Jesucristo y porque la comunidad creyente, a pesar de todas las infidelidades, sigue siendo representante de la causa de Jesús y lo va a seguir siendo en el futuro” (p. 21) y exhorta: “la Iglesia está llamada a ser la vanguardia de una humanidad mejor” (p. 36).

En el segundo momento se van esbozando las fracciones, partidos y polarizaciones que se viven al interior de la Iglesia y se reconocen como legitimadas y originadas por los diferentes contextos socioculturales en que se predica y vive el evangelio de Jesucristo, pero se recuerda también que Jesucristo mismo es el criterio definitivo para mantener la unidad y la pluralidad en la Iglesia, por lo que conviene más propugnar un pluralismo intereclesial para conducir al pluralismo intraeclesial.

El tercer momento reflexivo plantea cómo resolver los problemas intraeclesiales que Küng juzga más urgentes: 1. El poder de decisión de los laicos; 2. La libertad en la elección del Obispo; 3. La dignidad y lugar jurídico y social de la mujer en la Iglesia; 4. El futuro de la pastoral; 5. El culto; 6. La ecuménica Comunidad de Mesa. En todos estos puntos son necesarios cambios de sensibilidad, de modo que, en lugar de exclusividad y aislamiento se genere apertura y solidaridad, en vez de paternalismo, fraternidad de hermanas y hermanos, a cambio de autocracia y despotismo se viva en diakonia y filantropía, en lugar de servidumbre haya libertad y el poder egocéntrico deje espacio al ser para los otros, todas estas, actitudes propias del mismo Jesús. Con respecto al futuro de la pastoral, Küng propone reconocer la viabilidad de la ordenación presbiteral de la mujer y la eliminación del celibato “obligatorio” para los ministros ordenados, si bien reconoce que estas disposiciones no resolverían los problemas en sus fundamentos, pero al menos ofrecerían a la comunidad de creyentes más ministros bien dispuestos a trabajar por el proyecto del Reino de Dios. En torno a estos temas es posible leer el intercambio de ideas que Küng sostiene con el Obispo Georg Moser y que parece haber quedado inconclusa por evidentes divergencias “ideológicas”. En referencia al culto, se afirma: “un culto cristiano bien celebrado es siempre el recuerdo de Jesucristo en la Palabra y la comida, de esta manera puede aportar algo más de ánimo, de gozo y de libertad” (p. 143) y yendo más lejos aún se plantea la posibilidad, e incluso necesidad, de trabajar por una Ecuménica Comunidad de Mesa, puesto que aún cuando no tenemos todos los cristianos la misma comprensión de la Cena, la misma comprensión de la fe, ciertamente, no todos la misma teología, pero, ¿no tenemos acaso la misma fe?

Con el cuarto momento se esboza la apuesta que hay que hacer por el futuro de la Iglesia. Haciendo remembranza de la gran personalidad de Juan XXIII y las ilusiones que en 1963 se iban configurando en torno al Papa, y al presidente norteamericano John F. Kennedy, por el “aggiornamiento” de la Iglesia y por una sociedad más pacífica, justa y humana… Küng describe, también, como luego de la muerte de tales íconos de la esperanza, se vivieron una serie de desengaños por los fracasos que llegaron con una nueva carrera armamentista y cuando el Vaticano II no consiguió concretar la reforma integral de la Iglesia. Se retoma la pregunta, entonces, ¿por qué seguir adelante? Ante todo, porque para el seguidor de Jesucristo tanto en la Iglesia como en la sociedad puede haber esperanza contra toda esperanza. Lo que nos lleva a cuestionar más bien, ¿cómo seguir adelante? “La fe otorga la fuerza para seguir adelante, para mantener la esperanza”, pero “una confianza en fe y en esperanza no nos vuelve pasivos, inactivos; al contrario: nos vuelve activos, responsables, comprometidos en la Iglesia y en la sociedad” (p. 168). Es por ello que Küng ofrece cuatro perspectivas para lograr una visión de una Iglesia de futuro: I. Ser una Iglesia referida a los orígenes y al presente; II. Trabajar por una Iglesia Participativa e igualitaria; III. Constituirse en una comunidad ecuménicamente abierta y IV. Ser verdaderamente una Iglesia con talante universal. Dichas perspectivas deben llevar a comprender que “donde hay Espíritu de Jesús, allí la Iglesia tiene futuro” (p. 181).

En el Epílogo, Küng reconoce que espera contra toda esperanza, a pesar de todo, insiste, no pierdo la esperanza, sino que espero la unidad de las Iglesias, la paz de las religiones, la comunidad de las naciones.

Desde 1993 a la fecha, la sociedad y la Iglesia han venido sufriendo más y más crisis, fracasos y desengaños, y somos muchos los que nos preguntamos ¿QUÉ NOS QUEDA ANTE LA REALIDAD ACTUAL? ¿Rendirnos? ¿Abandonar? ¿Lamentarnos? O bien, Mantener la esperanza contra toda esperanza, ya que Donde falta la esperanza falta también la acción, pero donde hay un compromiso cristiano por ser alternativa de vida, ahí vaya que hay motivos para tener esperanza.