La sección que aborda de manera crítica, analítica pero esperanzadoramente la situación histórica, social y teológica de nuestra Iglesia Católica y su relación con otras Iglesias

martes, 14 de septiembre de 2010

PaSióN pOr eL ReiNo dE DiOs!!

“La finalidad de la evangelización es por consiguiente este cambio interior y, si hubiera que resumirlo en una palabra, lo mejor sería decir que la Iglesia evangeliza cuando, por la sola fuerza divina del Mensaje que proclama , trata de convertir al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en la que ellos están comprometidos, su vida y ambiente concretos.”
(Evangelii Nuntiandi 18)

La vida de Jesús se encuentra orientada por dos grandes acontecimientos: el «reino de Dios» y el «Padre». Acontecimientos que están intrínsecamente relacionados y cohesionados entre sí. La presente síntesis pretende un acercamiento a lo que quiere ser y decir eso de «reino de Dios».

Tanto Marcos, como Mateo y Lucas, muestran a Jesús con la conciencia de que, el inicio, el desarrollo y el desenlace de su vida y obra depende de anunciar el «reino de Dios» (Mc 1, 14; Mt 4, 17; Lc 4, 43). Así, el «reino de Dios» se convierte en el tópico central de la predicación de Jesús. Tanto en parábolas, como en discursos apocalípticos, exhortaciones, exigencias éticas e incluso en la oración habla de ese acontecimiento. Y he venido diciendo «acontecimiento» porque Jesús enfatiza que Dios es fundamentalmente relacional, de modo que jamás se ha presentado como un «Dios-en-sí», sino siempre como un «Dios-de», un «Dios-para», o bien un «Dios-en». Está experiencia relacional de Dios, Jesús la ha aprendido del acontecimiento del Éxodo, de las tradiciones proféticas, de las tradiciones apocalípticas y de las tradiciones sapienciales.

Con todo, hay que reconocer que si bien Jesús se dedicó a predicar con palabras, acciones y actitudes el «reino de Dios», no hay lugar en los evangelios en que nos diga con claridad lo que eso signifique. Tan sólo nos insiste en que ya está cerca, en su novedad, en su exigencia y en su escándalo.

John Sobrino ofrece tres vías para acercarse a lo que podría haber pensado Jesús con respecto al «reino de Dios»:

  • Vía nocional: que consiste en averiguar la noción del reino que tuvo Jesús, cotejándola con las nociones previas en Israel. Y que por cierto, es la más usada por los teólogos.

  • Vía del destinatario. Si en el anuncio de Jesús aparece una correlación entre el reino y los destinatarios, entonces, a partir de éstos, algo se podrá saber de aquél.

  • Vía de la práctica de Jesús. Palabras y hechos de Jesús, bajo el presupuesto de que lo que hizo Jesús estaba al servicio del reino.
Así, mientras que el Reino de Dios es vida, el sistema religioso que se enfrentó a Jesús es muerte. Para la religión oficial, el encuentro con Dios se conseguía a base de sufrir (eso, ni más ni menos, era el ayuno, por ejemplo), mientras que para Jesús el encuentro con Dios se realiza en el gozo y el disfrute de la vida. Más aún, los representantes de aquella religión no soportaron que el bien y la vida de los seres humanos fueran presentados por Jesús como lo primero, lo principal, lo irrenunciable en cualquier caso, por encima incluso de la religión misma, con sus leyes y sus observancias, incluso las más santas y venerables.

El Reino de Dios se hace presente dando vida, dignificando la vida; pero eso, sorprendentemente, desemboca en el conflicto más hondo. El conflicto con quienes anteponen sus intereses (por más religiosos que sean) a la integridad y a la dignidad de las personas. La solidaridad con el marginado, si es que se toma en serio y con todas sus consecuencias, termina en marginación. Ese es el testimonio de Marcos con respecto a Jesús.

El reino de Dios es algo que tiene que soportar el enfrentamiento y la contradicción. Todos los que disfrutan y se ven privilegiados, en la sociedad presente, es evidente que no quieren otra sociedad. Pocas personas se comprometen de verdad con el reino de Dios porque supone enfrentamiento y contradicción, ordinariamente con los que gozan de una situación privilegiada en la sociedad, pero originariamente con las más profundas convicciones e intereses de uno mismo.

El reinado de Dios se hará realidad en la medida en que haya hombres y mujeres que cambien radicalmente su propia mentalidad, su escala de valores, su apreciación concreta y práctica por el dinero, el poder y el prestigio. Aun cuando el reino de Dios es principalmente utopía, es decir algo a anhelar, a bosquejar y a comenzar a ensayar, la condición de posibilidad de su realización radica en que lo humano y lo que deviene de ello es “poder ser”, ahora falta que cada cual “quiera ser” y corresponsablemente con Dios se “atreva a ser”.

Ahora, cuando se intenta vincular a Jesús y a la Iglesia a favor del reino de Dios nos encontramos ante algo decisivo, pero también delicado y a veces conflictivo. No todos los cristianos tenemos la misma visión de la realidad eclesial; nuestra perspectiva y talante, nuestro modo de percibir y vivir su misterio es, con frecuencia, no solo diferente, sino contrapuesto. Amo a la Iglesia tal como es, con sus virtudes y su pecado, pero ahora, cada vez más, la amo porque amo el proyecto de Jesús para el mundo: el reino de Dios. Por eso quiero verla cada vez más convertida a Jesús. No veo una forma más auténtica de amar a la Iglesia que trabajar por su conversión al evangelio.


Erick Fernando